Lucas 2:25 "Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él".
Este varón de Dios se mantenía con vida porque había algo que lo impulsaba, algo que lo motivaba a levantarse todos los días de su cama, con la esperanza de que ese fuera el día más feliz de su vida, él tenía la promesa que no moriría antes de que viera al ungido del Señor; él no se preocupaba al saber que después de esto iba a morir, pues para él valía más un minuto en la presencia del Señor que mil horas más de vida.
¿Y a ti, qué te motiva el día de hoy? La presencia de Dios debe ser tu motivo, vive este día como si fuera el último de tu vida y disfruta estar ante él cada segundo, pues vale más un segundo ante su presencia que toda una eternidad alejado de él.
Simeón sabía que el vivir era para Cristo y el morir ganancia para él.
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